31 de mayo de 2011

Yo fumaba y lo dejé

Escrito por: Maria Alecia Izturriaga - inspirulina.com


La mayoría de los fumadores comenzamos por imitación, porque lo vemos natural y caemos en la adicción

Yo fumaba. Recuerdo que mis primeros cigarros eran lindos, de colores, delgados, para mujeres con estilo. Recuerdo que en bachillerato, nos escondíamos en la tiendita de enfrente, donde la señora que los vendía individuales (porque a esa edad no siempre tienes para una caja), nos prestaba la sala de su casa para el cigarrito del recreo. Recuerdo a mi abuela y sus amigas fumando mientras jugaban cartas, a mis vecinas mayores, mientras las visitaban los novios. Fumar era símbolo de madurez.

Cuando la información sobre el daño que producía el tabaco llegó a las masas, ya era tarde para muchos. No sólo para los que sufrían las consecuencias, sino para los que ya eran adictos. No es fácil dejar de fumar. Requiere de voluntad personal, a veces de ayuda profesional y de apoyo externo: un ambiente adecuado, información, normas.

América, a pesar de ser el origen del tabaco, es también pionera en leyes regulatorias. Venezuela por ejemplo, en los años 70 prohibió la publicidad de cigarrillos y licores en radio y televisión, así como el patrocinio de deportes y cada vez reduce más los espacios públicos en los que se puede fumar. La tabacalera Philip Morris, actualmente está enfrentada con Uruguay por su efectiva campaña que ha logrado, entre otras cosas, bajar el consumo entre adolescente de 32% a 18.7% en tres años. En México desde 2008 está prohibido fumar en espacios públicos cerrados. Nueva York no sólo ha prohibido fumar en espacios públicos cerrados, sino también en los abiertos como parques y playas.

Toda estas medidas se toman porque el cigarrillo es legal pero hace daño a quienes lo consumen y a las personas que están alrededor. La mayoría de los fumadores comenzamos por imitación, porque lo vemos natural y caemos en la adicción. Pero si se le va quitando el aire de normalidad y hasta de elegancia, si se van restringiendo los espacios disponibles para fumar, es más probable que se reduzcan las posibilidades de iniciarse en el vicio o que aumenten las probabilidades de éxito en el intento de dejarlo.

Creo que cada uno de nosotros es libre de escoger qué hace con su vida, qué consume y qué no. Pero también creo que merecemos apoyo cuando la decisión es llevar una vida más saludable. La información la tenemos, las estadísticas abundan, pero el acto de fumar no es sólo racional, tiene un lado social y un lado de adicción química. Para batallar con eso es que necesitamos ese apoyo externo.

Hace 13 años que me fumé el último cigarrillo y todavía a veces lo extraño. Sin embargo, así como la generaciones anteriores a mi me enseñaron sin querer que fumar era un paso más de la adultez; las generaciones posteriores, especialmente mis hijas, me enseñaron que es natural vivir libre de cigarrillos.

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