Los seres humanos, desde el inicio de nuestra historia, hemos enmarcado a la convivencia ya sea en grupos grandes o pequeños como un elemento fundamental y clave de lo que somos. En esos conjuntos organizados cada uno de sus participantes tiene un rol importante que originalmente perseguía un beneficio común (alimentación, vivienda o vestido) pero, con el pasar de los años, se resumió en un bien más personalizado probablemente por la expansión territorial y social que obligó a velar más por nuestros requerimientos inmediatos que por los generales permitiendo así que, el cerebro reptil o básicocomandara gran parte de nuestras necesidades a lo largo y ancho de nuestra existencia con esa exactitud que solo él puede presumir.
Entonces bien, encontramos a un hombre ya más establecido evolutivamente pero con una capacidad de complacencia bastante precisa y básica, misma que se mantiene en la actualidad y que escapa de géneros pues más bien es una condición humana y no un factor circunstancial. Cuando experimentamos hambre, buscamos comida, cuando sentimos frío, recurrimos al abrigo, cuando se trata de sobrevivir, apelamos a la confrontación por el territorio; pero, cuando se trata de subsanar una necesidad tan natural como lo es la unión sexual ahí si se establece una diferencia más bien moral y social (la perspectiva de terceros) que condiciona lamentablemente un factor que no requiere acentos pues va más allá de nuestra memoria genética.
El sexo es un proceso biológico natural… Vivimos la sexualidad de forma individual y primaria por medio de la masturbación y también lo hacemos en pareja cuando desarrollamos esta práctica en compañía de alguien, que no necesariamente debe ser del sexo opuesto y al cual no debemos obligatoriamente estar unidos por un nexo previo. Pero, si bien es cierto, deben darse un mínimo de circunstancias para que se materialice con eficacia la unión que pueda satisfacer el deseo sexual primitivo. Los rituales de cortejo han cambiado considerablemente pero en esencia a las mujeres nos siguen interesando los hombres proveedores (como en su momento en la época de las cavernas lo vivimos) y a los hombres le siguen interesando las mujeres que físicamente puedan soportar el peso de su descendencia (ya sea por el tamaño de sus caderas, su desarrollo físico o su actitud receptiva) entablando así uniones bastante sincronizadas en función de lo que necesitamos más no necesariamente con un plazo específico de durabilidad.
Ahí recurrimos las féminas al factor “Amor” para justificar un poco ese deseo que al igual que los hombres poseemos pero que desde nuestra crianza no podemos desarrollar libremente por las implicaciones morales que semejante decisión desencadenarían. Es entonces que debemos esperar cierta edad de madurez sexual, conseguir a un hombre “que nos ame y no nos deje luego de la entrega”, crear un panorama de velas, vino y cena, hacernos promesas de eternidad que minimicen la brecha de la unión y por supuesto tener cierto grado de sumisión para que aquella figura que tuvo una iniciación de seguro más sencilla y con menos protocolo (porque los hombres, desde pequeños son formados para buscar y conquistar metas, mujeres, triunfos deportivos y profesionales sin mayores implicaciones emocionales) nos enseñe y nos forme en las artes amatorias para claro, luego recordarlo eternamente cuando haya que experimentar con otra pareja lo que nos dejó aquel “hombre perfecto” que prometió quedarse pero no especificó por cuanto tiempo.
Entonces, este planteamiento comprueba que muchas mujeres sufren decepciones amorosas ligadas a la sexualidad porque no nos condicionan para los posibles fracasos que son parte del desarrollo de nuestra vida y del aprendizaje que forja el carácter porque tendemos a condicionar el sexo como una herramienta emocional y no como lo que es, un intercambio natural y básico para subsanar un deseo. No quiero decir con esto que dicha unión no tenga valía o no sea especial cuando el contexto y los acuerdos previos así lo permiten, solo considero que es un poco injusto que gracias a este tipo de perspectivas que nos heredó una crianza muchas veces temerosa del disfrute se desarrolle cierto grado de culpabilidad en la mujer porque la tendencia será asociar que el poco éxito resultante de la relación será por un error cometido (por nosotras) y no por un sinfín de posibilidades anexas que como siempre desarrollan el inicio o cierre de los ciclos personales.
El sexo puede contener amor como el amor puede también contener sexo porque no son factores aislados, es una decisión enteramente personal en donde ambos involucrados establecen una unión consensuada en donde: las experiencias compartidas, el transcurrir del tiempo y la química que desarrollen establecerá una dinámica propia de ambos que regirá los añadidos al proceso natural de la unión. No es menos especial uno en relación al otro, ni debe desarrollar mayor culpa o aceptación ambas perspectivas en los pares que nos rodean siempre y cuando se haga con responsabilidad y sin trasgredir la integridad de los involucrados directos, pero para esto: la buena comunicación, la confianza y el respeto serán factores claves en el proceso.
¿Por qué el ser humano tiende a esquematizar todas aquellas cosas que son parte de su naturaleza y por ende deberían fluir de manera precisamente “natural”? ¿Será que el deseo por mantener todas esas variables que nos dan seguridad puede ser mayor a experimentar nuevos parámetros que nos den placer?
La invitación de mi parte no es al libertinaje ni a la precocidad sino a la ejecución del libre albedrío. A la libertad de ser honesto conmigo mismo para luego ser honesto con el otro, a realmente plantearme conceptos claros de vida para poder desarrollarme sin represión ni conflictos, sin ese deseo perenne de querer ser aceptado por el otro al hacer lo que socialmente los terceros esperan. El llamado es a pensar y a actuar con el mismo hilo conductor del discurso coherente, así habrán más mujeres reconciliadas con sus orgasmos libres de culpa y menos hombres diseñando discursos absurdos con promesas irrealizables para conseguir un sí que solvente su deseo de unirse, así sea por un momento, con su pareja natural.
Autora: Stephanye Serrano ( @TephySerrano )
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