28 de agosto de 2012

La relatividad del discurrir, escrito por @TephySerrano

Solemos otorgarle bastante credibilidad al tiempo a pesar de que, en varias ocasiones, no sepamos a ciencia cierta como funciona. Al trasladarlo al refrán más antiguo prácticamente nos solicita una prueba de fe por eso de que “El tiempo hace milagros”, al ubicarlo en un consejo usualmente nos posiciona en el terreno de la paciencia por aquello de “Darle tiempo al tiempo” y por último, pero no menos importante, el factor de la comunicación… Ese momento en que pedimos tiempo así no sepamos hacia donde nos dirige la petición, a qué nos expone o qué tanto nos quita. 

Bebiendo en compañía de un par de amigas (considerando estos ratos de ocio como mesas redondas de emperadores) discutíamos sobre las experiencias recientes y como el tiempo jugó una pieza de engranaje trascendental en las mismas. No solo para darnos cuenta de todo lo que perdimos al hacernos presa de las esperanzas de humo, sino también, de todo aquello que ganamos al valientemente retar al tiempo y decidir antes de que él lo hiciera por nosotras, tomar nuestros bolsos de carga (repletos de piedras del pasado) y correr con una velocidad de fugitiva digna de una medalla de oro. 

Ahí entendí como nos acostumbramos a delegar en circunstancias o sentimientos tan comunes y probablemente sin mayor significancia toda una apuesta de vida, con todo y portada. Recargamos a esos acontecimientos de cosas que ellos no pidieron; si nos fallan generan quejas en el colectivo traicionado y si por el contrario, nos beneficia, empezamos a cargar un podio bajo el brazo para colocarlo en cualquier sitio y empezar un discurso motivacional de logros y pruebas superadas ante un publico cansado de vigilar la vida ajena. 

El tiempo es solo tiempo, nosotros escogemos que hacer con él considerando que todo en esta vida se resume en elecciones y resultados. Si queremos enaltecerlo para llenarnos de esperanza tenemos el derecho natural por ser usuarios del mismo, si deseamos autoflagelarnos también contamos con esa opción (en este caso busque un amigo circunstancial que le recuerde regularmente sus errores) o si en el mejor de los casos, quiere agradecerle por las experiencias que le dejó, pues querido o querida escriba un artículo ¡y corra la voz! No sin antes preguntarse “¿Soy dueña del tiempo o esclava de sus circunstancias?”... Yo ya hice mi parte, deseo leer que ocurrió con la suya.

Autora: Stephanye Serrano ( @TephySerrano )

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